martes, abril 01, 2008

A los Pies de Las Torres Doradas

Las cuatro y media eran ya cuando con las mochilas pequeñas caminábamos rumbo a Las Torres. El increíble cielo casi blanco de estrellas que antes de dormir vimos, desapareció bajo un techo nuboso que avanzo mientras dormíamos. Obvio que nos costó un poco dar con el sendero. Caminábamos confiando que en que íbamos en la vía correcta. Ni un alma a nuestro alrededor. Apenas nos separamos del camping, bajamos al lecho pedregoso del río que estaba casi completamente seco. Una vez al otro lado doblamos a la derecha y seguimos caminando a su costado hasta que divisamos el albergue. Seguimos de largo unos diez minutos, luego una bajada bastante empinada aunque estable y doblamos a la derecha otra vez. Ahora oíamos un río bastante fuerte a nuestra izquierda y al frente. Nos encontramos de frente con una empalizada en donde se dividían dos caminos, uno para personas y otro para caballos y luego de pasar una pequeña entrada doblamos a la derecha y seguimos avanzando casi a tientas. El ruido del agua chocando con las rocas se acercaba y era muy fuerte. De pronto el borde del río apareció y a su derecha, un puente colgante. Lo pasamos sin mayor complicación y comenzamos de inmediato a subir, primero suavemente y en cosa de minutos bastante mas empinado. El sonido del río quedo atrás rápidamente y mientras subíamos girábamos a la derecha, avanzando por un camino de tierra dura lleno de pequeñas piedras sueltas y otras mas grandes que se encontraban pegadas firmes al piso. No había brisa que nos perturbara el ascenso. El camino serpenteaba y subía sin querer detenerse y a nuestro alrededor solo había oscuridad, ni una sola estrella sobre nosotros. Caminábamos y hacíamos pausas cada cierto tiempo o cuando luego de que alguna dura subida (que parecían no tener fin alguno) nos consumiera las energías. Luego de avanzar por lo menos una hora y algo, comenzamos a oír un río nuevamente, pero no tan nítido como el anterior. El sendero era apenas visible y tan delgado que solo cabía una persona y a la derecha debía haber un valle pues el río avanzaba paralelamente a nosotros pero mucho mas abajo. Intentamos ver con las lámparas alumbrando por la quebrada para tener una idea de lo alto que estábamos, pero mas de 20 metros no podíamos alumbrar y del río ni señas. Camino arriba y mas arriba a la derecha un poco, a la izquierda otra vez y seguíamos subiendo. Un pequeño manantial nos apareció bajo los pies apenas humedeciendo el camino, mientras bajaba del cerro y pasaba sin afectar para ir a juntarse con el río en algún punto allá abajo. El día aun estaba lejos. Apenas pasamos ese pequeño arrollo, el sendero comenzó a bajar, primero casi imperceptible a nuestros pies, luego abrupto y evidente. El ruido del agua aumentaba a medida que bajábamos hasta convertirse en una canción sin notas que aunque nos borraba cualquier otra posibilidad de oír alguna otra cosa, era agradable al máximo. Nos hacia darnos cuenta que estábamos de verdad en medio de la naturaleza. El camino llego al río y ahí se acabo. Sin luz nos devolvimos unos pasos para verificar que no habíamos seguido un sendero erróneo. No, todo estaba en orden, pero no habían señales del camino. No había un puente ni una continuación lógica, pues la corriente no daba posibilidades de cruzarlo. Mire hacia arriba, en este punto la montaña se presentaba como un muro de tierra con incrustaciones de rocas filosas. Unas pequeñas hendiduras en la pared y las sombras móviles de las raíces nos indicaron que había una subida, aunque un poco escarpada, la única opción que teníamos a la mano. Sin bastones, solo con las manos y pies trepé como pude sin saber cuan alto debía subir y sin pensar en como bajar en caso que no fuera el lugar indicado. Por suerte fueron solo unos 3 o 4 metros, el sendero continuaba hacia la derecha nuevamente a lo largo y sobre el costado del río. Estábamos en un bosque bastante tupido de árboles en donde el camino , bastante mas estable, zigzagueaba alejándose en momentos del río y luego volviendo. Estábamos subiendo otra vez. De pronto las nubes que se lograban ver por entre las copas de los árboles, comenzaron a disolverse. Una estrella apareció allá arriba muy brillante y casi en un par de minutos, aquel oscuro cielo comenzó a tornarse una vez mas de su color característico. Comenzaba a amanecer. Volvimos a dejar atrás el bosque y el camino se ponía un poco mas exigente otra vez. Podíamos oír el río lejos a la derecha mientras avanzábamos entre los árboles rezagados pero aun numerosos del bosque a nuestras espaldas cuando de una vez y sin aviso, estábamos de cara al final del valle por el cual durante horas avanzamos. Todo tenia color ahora, las rocas grises contrastaban con los troncos de color café brillante y las hojas lustrosas de los árboles que tapizaban la pared de enfrente y sobre ellos la montaña avanzaba hasta convertirse en una cresta con algo de blanco en su cima. Muchas rocas de los mas variados tamaños marcaban el final del camino agradable y fácil. Ahora teníamos delante nuestro un muro de rocas , restos de deshielos milenarios, depositados a los pies de la montaña como una represa natural del valle que ahí moría. Sin descansar tomamos aire y comenzamos a subir. Una difícil tares , la verdad. Solo ahí me di cuenta del mal estado físico que tenia (pero que por suerte mejoraría rápidamente). Bajé la marcha mientras Crystian pasaba adelante y trepaba ahora a unos metros de mi luchando por encontrar un camino para llegar arriba. A la izquierda solo bosque, a la derecha bosque y montaña, y nosotros, sobre este verdadero río de piedras tremendas como flotando en la espuma, nos encontrábamos en medio avanzando lentamente para lograr el cometido. De pronto al mirar hacia arriba vimos la primera cima dorada, que nos invitaba a acelerar el paso. El cielo medio nublado avisaba que no nos daría mucha oportunidad de ver las cimas de oro en todo su esplendor. Veinte minutos mas tarde y con las rodillas sufriendo al máximo por el esfuerzo, nos asomábamos al borde del anfiteatro mas impresionante que uno se puede imaginar. Ahí sobre las rocas de frente al fin a las magnificas Torres del Paine, éramos insignificantes frente a toda esa enormidad rocosa. Una obra de arte del mundo, sacada del fondo de la Tierra y puesta por la naturaleza en el sur de nuestro país para hermosear el globo entero. Podría estar días admirando esas colosales Rocas como talladas antes de bajar nuevamente. Una buena cantidad de fotos y un segundo desayuno frente al hermoso panorama fue el saludo y la despedida. Nos preparábamos para bajar. Seria la ultima vez que veríamos Las Torres este año al menos. Volvíamos los dos lentamente al campamento base, pero algo había cambiado, ya no éramos los mismos.

1 comentario:

Su. dijo...

Fue realmente lindo tu viaje,que buenas experiencias viviste!!
Quiero conocer ese lugar!!!!pero igual es muy lejos pa ir sola...el desierto esta mas cerca.jeje
Un beso
Su.